Por Asier Bilbao
En
nuestras salidas en bicicleta siempre comentamos el buen ciclismo y las grandes
batallas que pudimos presenciar en los Tours, los Giros y en menor medida las
Vueltas de los años 80 y 90. Y la falta de épica del insípido y aburrido
ciclismo que padecemos en la actualidad. Incluso el mejor aficionado puede
estar viendo una carrera por TV o internet y al mismo tiempo estar
tranquilamente dedicándose a otras tareas, ajeno a lo que ocurre en la
pantalla. Porque, aunque desee todo lo contrario, sabe que hasta los últimos
kilómetros nada trascendente va a pasar. Porque sabe que en el ciclismo
moderno, excepto en algunas de las grandes clásicas, todo es monotonía y
previsibilidad. Y esto ocurre hasta en las etapas de alta montaña.
Duelo de titanes en el Alpe d'Huez, Tour 1986 |
A
la hora de publicitar un deporte la mejor herramienta es ensalzar los duelos
que en él se producen. En este sentido no hay otro deporte tan generoso como el
ciclismo a la hora de provocar clímax de leyenda, de generar auténticos
duelos al sol. Antes los ases de la carretera se desafiaban en escenarios majestuosos.
Y de esos desafíos surgía un Campeón. Los mejores se retaban y se medían cara a
cara, atacándose y defendiéndose a cara de perro en enfrentamientos directos. Las
situaciones de carrera fluctuaban de manera continua. Cada carrera se podía
decidir en cualquier sitio y en cualquier momento. Y el factor riesgo y las
variables fuera del control eran muy variadas.
Pero
el ciclismo ha cambiado. Hoy en día estos factores de riesgo y variables se han
atenuado y hacen que el ciclismo esté más igualado. Las carreteras, las
bicicletas y la alimentación son mejores, los métodos de preparación se han
vuelto más eficaces, los avances tecnológicos hacen que los esfuerzos estén más
controlados. Ya no se ven los espectáculos de antaño; o es más difícil verlos.
Hasta finales de los años 90 la gente se divertía durante horas y horas viendo
carreras ciclistas. ¿Por qué ahora el ciclismo no tiene el seguimiento y las
audiencias de aquella época? Pues porque el público se aburre.
La
Unión Ciclista Internacional, las federaciones nacionales, los organizadores de
carreras, los directores, los corredores y hasta las televisiones deberían
preguntarse qué hecho diferencial provocaba que el ciclismo gustase tanto hasta
hace 15 años y no guste tanto ahora.
Cambios en la
reglamentación
En
muchos deportes se producen habitualmente cambios en la reglamentación con el
único propósito de proporcionar un mayor espectáculo a los espectadores. Lo vemos habitualmente en deportes de
masas como el futbol, el baloncesto, la Formula-1, etc. En
el ciclismo ocurre todo lo contrario: UCI, equipos, directores deportivos,
ciclistas y organizadores parece que se pusieron de acuerdo para que el
espectador se duerma cada vez más fácil viendo el deporte del cual viven todos
ellos. Los directores piden, los corredores se quejan, la UCI reglamenta y los
organizadores programan... ¡para que el ciclismo sea cada vez más aburrido! Esto
es inaudito.
Las
medidas que convendría tomar para mejorar el espectáculo en las pruebas
ciclistas deberían ir encaminadas a recuperar
y aumentar la diversión de los espectadores; en calidad y cantidad (más
tiempo de espectáculo por etapa). A continuación proponemos varias medidas que creemos
se deberían adoptar para recuperar aquel ciclismo que nos enganchó al más bello
de los deportes de competición.
Reducción del
número de corredores por equipo
Equipo Radioshack ejerciendo el ciclismo-control |
El
conocimiento y el estudio de los datos del esfuerzo y los años de experiencia
competitiva han hecho que los lideres cada vez se escondan más tras un séquito
de gregarios-guardaespaldas que los libran de realizar esfuerzos baldíos, labor
que también es realizada por los gregarios adversarios. La acción colectiva se
ha vuelto tan sofisticada y eficaz que ahora es casi imposible poder ver a las
figuras mostrarse de manera individual durante mucho tiempo. Sólo bajo condiciones
de dureza extrema o situaciones de carrera cada vez más esporádicas se puede
ver a un capo enfrentarse a otro sin
la intromisión de la acción de los gregarios, los verdaderos asesinos del
espectáculo ciclista. Haciendo un símil, es como si en las corridas de toros ya
no fuera el torero sino los subalternos, banderilleros y picadores los que
centraran el espectáculo.
Y
esto es justo lo que se debería erradicar para ver carreras más vivas e
intensas. Eliminar toda forma de competición que se base en el esfuerzo calculado
y medido al milímetro; sin factores sorpresa y de riesgo, en la que los líderes
corran en todo momento rodeado de gregarios. En definitiva, potenciar las vías
para que los ases de la carretera vuelvan a enfrentarse en duelos cara a cara
durante el mayor tiempo posible.
Este
es en nuestra opinión el punto más importante para devolverle la emoción y el
interés al ciclismo. Es absolutamente necesario que dejen
de existir los equipos potentes, estilo Sky o Us-Postal, que bloqueen las
carreras e impidan el ciclismo de ataque de los pocos valientes que puedan
quedar en el pelotón actual. Debería recortarse drásticamente el número de
corredores por equipo, tanto en pruebas por etapas como en carreras de un día. Para
dificultar premeditadamente el control del lote por parte de los equipos más
fuertes. Para potenciar el ciclismo de ataque y desmotivar el ciclismo-control
que tanto daño hace al espectáculo ciclístico. Reducirlo a 6 o 7 unidades nos
parece el número ideal. Los favoritos tendrían menos gregarios en los que
apoyarse, habría más equipos en busca de protagonismo y por tanto las carreras
serian más incontrolables. Así, todos los equipos que quisieran defenderse
deberían usar el ataque como mejor estrategia.
El
mejor ejemplo de a lo que nos referimos son las pruebas de ciclismo fondo en ruta de los Juegos Olímpicos, donde
los recorridos generalmente apenas tienen dificultades, pero el máximo de corredores
permitidos por selección es de 5 componentes. Este pequeño detalle origina que
en las Olimpiadas sea muy difícil, casi imposible, ejercer el control por parte
del lote. Lo que siempre ha dado lugar, desde Atlanta 1996 hasta Londres 2012, a
pruebas sin favoritos claros, abiertas y muy movidas. Las “matemáticas” son
sencillas: poco control = carreras más locas = ciclismo de ataque = mayor espectáculo
= mayor entretenimiento por parte del público.
El
peligro de aplicar esta reducción del número de corredores por equipo estaría
en que podrían aumentar los casos de mercenarios que, individualmente o por
equipos, vendieran sus servicios al mejor postor. Pero ese es un riesgo
inevitable que sucede hasta con 9 corredores con equipo; como pudimos ver en
los evidentes episodios de Luciano Loro trabajando para Stephen Roche en La Plagne-Tour 1987, Iván Ivanov para Perico
Delgado en Navacerrada-Vuelta 1989, o
Mauricio Ardila para Paolo Savoldelli en Finestre-Sestriere-Giro 2005. Pero estos casos siempre han sido parte del ciclismo
profesional.
Prohibición en
carrera de potenciómetros, pulsómetros y pinganillos
Chris Froome atento a las indicaciones de su SRM |
Los
adelantos, tanto en materiales, como tecnológicos y farmacológicos, han
influido negativamente en el espectáculo ciclístico que presenciamos. Este
“progreso” ha traído como consecuencia que las carreras sean cada vez más
controladas. El ciclismo se volvió aburrido y previsible. Se podría saber de
antemano quien va a ganar con tener los datos sobre las analíticas médicas
actualizadas de los corredores al principio de cada prueba. Ahora solo ganan el
mejor contra el crono, el más fuerte en los últimos kilómetros del último
puerto y el más rápido en el embalaje. Todas las demás “especies” de ciclistas,
excepto los gregarios, están “en peligro de extinción”. Ya no existen por
ejemplo los especialistas en sorprender al lote en los últimos kilómetros de
una etapa plana, como lo fueron los legendarios Bert Oosterbosch, Jelle Nijdam,
Frans Maassen, Viatcheslav Ekimov o Pepe Recio.
Por
si fuera poco estos adelantos eliminaron la ventaja de los corredores más
listos que sabían leer las carreras. Ya no cuentan la inteligencia, el sacarle
partido a las circunstancias cambiantes, la ambición que lleva a no conformarse
con obtener un buen puesto. Ya no quedan corredores capaces de tomar la iniciativa
por su cuenta, porque ahora todos reciben constantemente instrucciones de sus
directores a través de los pinganillos o radio-transmisores; convirtiéndolos en
una especie de ciclistas-robot.
Los
errores humanos y el factor sorpresa deberían regresar a las carreras, para
hacerlas más emocionantes y atractivas para el gran público, el aficionado
ocasional y el de toda la vida. Nos gusta que haya errores en el ciclismo, que
los directores y corredores se equivoquen. Y también nos gusta que puedan
vencer otros ciclistas distintos a los mejores físicamente. Los que son más
valientes, o más inteligentes, o que manejen variables tácticas que sorprendan
a sus rivales, o que tengan mayor dominio de los descensos, CR-Individuales
técnicas, etc. Porque le dan mayor vistosidad y variedad a las carreras.
Por
esto creemos que deberían desaparecer los pinganillos en carrera, para que las
repetitivas ordenes de “controlar y esperar” de los directores deportivos dejen
sitio a la improvisación y el instinto de los corredores. Con las charlas
tácticas por la mañana en el hotel a la hora de diseñar las estrategias debería
ser suficiente.
También
creemos que se debería poner limitaciones a algunos adelantos tecnológicos en las
competiciones. Abogamos por la prohibición total en carrera de cualquier aparato,
como potenciómetros –SRM- y pulsómetros, que pudiera suministrar información
de cómo va el cuerpo de los ciclistas, para que estos deban volver a guiarse
por sus propias sensaciones. Potenciómetros y pulsómetros son actualmente
herramientas necesarias para realizar unos entrenamientos de calidad de cara a
alcanzar una óptima forma física. Pero produce tristeza observar al mejor
ciclista de la actualidad estar en todo momento más atento a los datos que le indica
su SRM que a la carrera en sí; pareciéndose, más que a un ciclista, a un Robocop o un Terminator T-800, esperando el momento en que ese aparato le
indique cuando y cuanto puede acelerar.
No
es que suprimir estos artilugios fuera a hacer más valientes a los corredores
de un día para otro. Pero tendríamos más posibilidades de presenciar errores
tácticos que provocarían situaciones de carrera interesantes, como ocurrió en
el último Mundial (donde está prohibido el uso de pinganillos) con la selección
española. Seguro veríamos carreras más descontroladas y vivas. Es posible que
tardásemos varios años en verlo, los que harían falta para que toda una
generación de ciclistas que ha crecido y competido con una voz en el oído que
les dice lo que tienen que hacer en cada momento se acostumbrase a correr por
sensaciones e impulsos, como ocurría antes.
Supresión de
la importancia de los Puntos-UCI
Otro
punto que no nos gusta es la importancia que tienen los puntos-UCI en la
actualidad. Ya no se corre para ganar carreras o etapas. Se corre para
conseguir un buen puesto. Se corre para ganar puntos-UCI. Es mayor el miedo a
perder un puesto que las ganas de ganar carreras. Este triste puestometrismo fomenta de manera
evidente el conservadurismo de los corredores y equipos. Lo que hace disminuir
de manera automática y casi a su mínima expresión, el espectáculo del ciclismo
de ataque.
La
“creación de la necesidad” de estos puntos-UCI para los equipos World-Tour no
son más que un invento perverso pensado para convertir el ciclismo en un
mercado donde se mueva el dinero, a imagen y semejanza de lo que ocurre en el
futbol. Para que de esta manera los managers
o representantes de los ciclistas se lleven su buena parte del “ponqué” a la
hora de los necesarios fichajes que los equipos necesitan para mantenerse
dentro de la élite del World-Tour. Estas normas de los puntos-UCI las impuso la
Unión Ciclista Internacional durante el mandato del ex-presidente Pat McQuaid,
cuando (casualidades de la vida) uno de los más significativos de estos managers de cotizados corredores es hijo
del propio McQuaid.
Los
puntos-UCI deberían suprimirse. Desaparecer. O en su defecto, anular por
completo su importancia para los corredores y equipos. Que solo quedaran como
testimoniales, para crear un ranking y saber cuáles son los mejores durante y
al final del año. Para que los auténticos protagonistas del ciclismo dejen de
estar preocupados en sumar estos puntos y centren todos sus esfuerzos
únicamente en lograr las victorias.
Para
las clasificaciones de los corredores y equipos solo deberían tener valor las
victorias cosechadas; cada una con su puntuación según la importancia de la
prueba. Con la intención de fomentar el ciclismo de ataque y los ciclistas
ambiciosos y no-conformistas. Y que el segundo puesto sea visto de nuevo como
lo era antes: como el primero de los perdedores. Honrosas excepciones fueron
las lágrimas de dolor e impotencia ante la derrota de Sep Vanmarcke en la París-Roubaix y Purito Rodríguez en el Mundial de Ruta de la
temporada pasada. Así debería ser siempre: solo se vale llegar el primero,
levantar los brazos, vencer.
Recorridos
variados y atractivos
Descenso técnico entre bellos paisajes dolomíticos |
Las
pruebas ciclistas por etapas, sean de una, dos o tres semanas, deberían ser
como el Decathlón en el atletismo. Deberían tener recorridos completos para que
se destacaran los ciclistas completos. Fracciones realmente equilibradas que den
opción a ciclistas de todas las características. El ciclismo en ruta no se
limita a la montaña. Sin duda, la montaña es espectacular. Hay que saber subir
puertos cortos y largos, cuestas de pendientes medias o de rampas duras. Pero
también hay que dominar los descensos técnicos, las cronos largas, cortas,
técnicas, planas, quebradas, de montaña. Hay que dominar el plano, el viento de
costado, las contra-reloj por equipos, etc.
Como
ya dijimos en un anterior artículo creemos necesario huir de los recorridos
monótonos y programar siempre unas fracciones lo más atractivas y variadas posibles, bien diseñadas e intercaladas, tanto
en perfiles como en distancias, que den oportunidad a que puedan destacar distintos
tipos de corredores. Etapas cortas explosivas y largas de gran fondo; etapas de
media y alta montaña con finales en alto y en descenso. Planas para embalajes, con
repechos, con trampas, con muros de rampas de 2 dígitos, sterrato, pavés,
circuitos... A ser posible, siempre entre paisajes bonitos. La bandeja paisa es
muy rica, pero todos los días cansa. En la variedad está el gusto. En el menú del
ciclismo también debería haber sancocho de gallina, cocido boyacense, mote
costeño, ajiaco de pollo, mamona y chigüiro a la llanera, lapingachos y cuy,
arepas y empanadas de todo tipo, buñuelos, natillas, arequipe...
En
todas las pruebas por etapas debería existir un contra-reloj larga de entre 50
y 60 kilómetros antes del bloque de fracciones de montaña. Da igual si las
cronos son planas, quebradas o con final en alto. Pero que hicieran diferencias,
que abrieran tiempos en la general. Para que los perdedores tuvieran que pasar
a la acción en las siguientes etapas para recuperar el tiempo perdido.
Y
a continuación siempre debería programarse una verdadera etapa reina de alta
montaña de 210-230 kilómetros que premie a los corredores de fondo. Con buenos
encadenados de puertos, estilo Morzine 83,
Val-Louron 91, Sestriere 92, Aprica 96 o Val di Fassa 2011. Una
etapa que nos tuviera enganchados al televisor o al computador durante horas;
con ataques y contra-ataques, persecuciones, grupos pequeños,
desfallecimientos, recuperaciones y diferencias en meta. Un día que podamos
recordar con emoción al cabo de los años.
Con un cambio
de mentalidad no serían necesarias
¿Alguien se atreverá a desafiar la dictadura-Sky en 2014? |
Por
supuesto, sabemos que los directores y ciclistas están totalmente en contra de
que se pueda adoptar por parte de la UCI una sola de estas medidas. Porque esto
les dificultaría y les haría más incomoda la vida. En vez del repetitivo
“controlar y esperar” deberían comenzar a pensar por su cuenta y a tomar
decisiones. En definitiva: arriesgarse a acertar con la posibilidad de
equivocarse. Eso es lo que no desean directores y corredores: perder el control
de su ciclismo-control. Y es precisamente todo lo contrario lo que el público desea
ver.
Estas
medidas que proponemos, encaminadas a aumentar el espectáculo ciclístico, no
harían falta si los corredores y directores cambiaran su actitud conservadora,
olvidaran sus comodidades y miedos a perder, tuvieran un cambio en su
mentalidad y mostraran más ganas, valentía e interés por ganar que por mantener
sus clasificaciones. Para comprobar esto solo tenemos que mirar lo mal
diseñados que están los recorridos de la Vuelta a Colombia, y las batallas que se organizan en cualquier repecho y los vuelcos que se dan en la
general en etapas en teoría intrascendentes. Por fortuna aún nos quedan las
carreras colombianas para recordar de vez en cuando en qué consiste eso del
ciclismo épico. Pero por desgracia cada vez se ve más esporádicamente. Y no
queremos que se pierda esa manera de correr.
Queremos
volver a ver buen ciclismo, ciclismo auténtico, ciclismo
épico, con lucha constante, en donde hasta en las
etapas llanas pueda haber bonitas batallas en pos de la victoria. ¿Se imaginan
que un buen día se atreva algún organizador con alguna de estas propuestas y producto
de estos cambios en la reglamentación salgan etapas y vueltas que sean
recordadas durante años, con las audiencias “enganchadas” porque los ciclistas
salen todos los días a pedalear con los cuchillos entre los dientes? ¿Qué
harían los demás organizadores de carreras?
Excelente... me encanta leerlos.
ResponderEliminarel giro 2015 es un ejemplo total de ciclismo de ataque
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