Entrevista radiofónica del periodista Sergio Giubilo a Fausto Coppi en 1952:
- Fausto, toda la verdad y nada
más que la verdad. Fausto, todos los corredores llevan un botellín en el
bolsillo posterior de la camiseta. Si te preguntan que contiene ¿Qué respondes?
- O petocona, reconstituyente.
- Y en cambio ¿qué contiene el
botellín secreto?
-
“La bomba”.
-
¿Te importaría explicar a los oyentes que es “la bomba”?
-
“La bomba” es como unas piernas de recambio. Es un compuesto de ingredientes
secretos. Los más importantes son la simpamina y la confianza en que “la bomba”
funcione.
-
¿Todos los corredores usan “la bomba”?
-
Si, todos. A los que dicen que no la toman es mejor no acercarse con unos fósforos
encendidos.
-
¿Tu tomas “la bomba” Fausto Coppi?
-
Naturalmente; cuando hace falta.
-
¿Y cuando hace falta?
-
Casi siempre.
Hace poco supe que al parecer circula de boca en boca por el mundillo ciclístico colombiano una especie de leyenda urbana. A saber: que la eritropoyetina –EPO- se introdujo en el pelotón internacional para parar los pies a los escarabajos en las montañas de las carreteras europeas. Por ejemplo, leyendo el primer párrafo del artículo “La Ley del silencio en el ciclismo colombiano debe terminar” se puede extraer como conclusión que los ciclistas colombianos arrasaban en el calendario internacional en los años 80 (como si estuvieran ganando Tours, Giros y Vueltas, copando pódiums y casi humillando a sus rivales). Y que a raíz de este hecho los laboratorios se pusieron a la tarea de encontrar sustancias que hicieran aumentar el transporte de oxigeno a los músculos de los ciclistas del resto del mundo.
La
relación "más oxigeno en músculos = menor fatiga = mayor rendimiento" se sabía
hacia muchísimos años atrás. Antes de la irrupción de los escarabajos en Europa
ya se hacían transfusiones de sangre. Sobre todo en ciclismo, atletismo y esquí
de fondo. Pero por falta de la tecnología adecuada no eran tan eficaces como lo
son ahora. Antes de la aparición de los escarabajos ya estaban de moda en los
equipos ciclistas las concentraciones en altitud a comienzo de temporada,
generalmente en estaciones de esquí, para aumentar de manera natural la
cantidad de glóbulos rojos. Cuando llegó la EPO desaparecieron estos stages, porque ya no era necesario pasar
frio para subir el hematocrito.
La EPO artificial se diseño en laboratorios gringos a mediados de los 80 para ayudar en la recuperación hospitalaria a enfermos trasplantados de riñón y pacientes con cáncer. Su comercialización en el mercado negro deportivo y su uso por parte de los ciclistas comenzó seguramente en los años 88 y 89, sobre todo en Holanda y Bélgica. Hubo muchas muertes en esos países por falta de conocimiento del uso de las dosis “adecuadas”. La EPO en dosis excesivas espesa la sangre convirtiéndola en una especie de kétchup. Este chocolate espeso provocaba paros cardiacos que mataban en la cama a los incautos cobayas humanos; la mayoría ciclistas jóvenes o ex-ciclistas profesionales.
En
el año 90 pudimos ver los primeros patacones
o culogordos subiendo los puertos
alpinos, pirenaicos y dolomíticos mejor que los escaladores tradicionales. La
fase de “aprendizaje” y “reglaje de motores” iba a terminar al año siguiente,
con el pódium del Tour completamente renovado por la nueva generación. En el 92 su uso se convirtió en generalizado (se
usaba hasta entre ciclistas de categoría amateur españoles). En el 93 su uso ya
era masivo. Y a partir del 94 la vaina fue ya indiscriminada y salvaje, con
niveles de hematocrito por encima del 60% en competición y anemias al dejar de
usar EPO al finalizar la temporada.
Y
en toda esta oscura historia nada tuvo que ver el rendimiento de los escarabajos
colombianos en las montañas europeas en los años 80.
- Quien no se ha dopado no ha
sido ciclista.- José Manuel Fuente, “el tarangu”.
Hagamos
un pequeño repaso cronológico de la historia del doping en el deporte en
general, y en el ciclismo en particular. Ya en las Olimpiadas de la antigua
Grecia era habitual que los atletas acudieran a sustancias estimulantes como
hongos alucinógenos o aguardientes para intentar aumentar su rendimiento. Cuando
el emperador romano Teodosio I las prohibió en el 393 d.C. adujo como una de
las razones que los Juegos Olímpicos “se habían convertido en un foco de
trampas”.
La
primera muerte conocida por causa del dopaje ocurría en 1896. El ciclista
inglés Linton murió días después de finalizar la Burdeos-París,
una carrera de 600 kilómetros, al parecer por abusar de una mezcla de cafeína, cocaína
y estricnina durante su disputa. En los años 20 del pasado siglo los
hermanos Pélissier se retiraron del Tour de Francia y denunciaron el dopaje con
cocaína, estricnina, cloroformo y distintos tipos de pastillas. -“Solo así podemos aguantar esto”-, se
justificaron, refiriéndose a las penurias de la carrera. Con todo, el contenido
de sus bolsillos no despertó suspicacias entre los organizadores. A nadie le
importaba las “ayudas” que los ciclistas utilizaban para llegar a meta. No era
dopaje porque no estaba castigado. Sin embargo sí recibían sanción si corrían con
dos maillots para evitar el frío.
- Si tomando diez pastillas de
anfetamina puedo morir... entonces tomaré nueve.- Tom Simpson, ciclista ingles
muerto durante el ascenso al Mont Ventoux en el Tour 1967 por culpa de sus
excesos con las anfetaminas.
En
las décadas posteriores el doping se generalizó y surgieron nuevas sustancias. Grandes
campeones como Coppi y Anquetil confesaban abiertamente el uso de anfetaminas. En
la década de los 60 se conocen las primeras transfusiones de sangre
documentadas en el ciclismo. Es
célebre la escena protagonizada por el italiano Nencini durante el Tour de
1960, cuando fue descubierto en la habitación del hotel por el
director del Tour mientras estaba llevando a cabo una transfusión sanguínea, algo por entonces todavía legal. Pero no pasaba sólo en el ciclismo.
Era igual en el resto de deportes. O
sea, que el problema no empezó con Armstrong, Landis, Pantani o Riis, sino
mucho antes. Hoy Eddy Merckx no superaría un solo control antidoping.
Antes
de la aparición de la eritropoyetina y las posteriores transfusiones y
alteraciones sanguíneas el doping en el ciclismo y en el resto de deportes era
utilizado básicamente para dos cosas: mitigar el dolor muscular (a base de
corticoides sobre todo) y no sentir la fatiga, “dormirla”, “anestesiarla” (anfetaminas, potes belgas y holandeses, la mítica “bomba” de Fausto Coppi, etc.).
Aquel dopaje rudimentario no mejoraba el rendimiento físico de los ciclistas.
Ni ayudaba a recuperar para las etapas siguientes. Cada corredor daba lo que le
alcanzaba su físico. Aparte que tenían menos miedos y mayor agresividad,
producto de ir “bien trabados”. La diferencia entre el doping arcaico de hasta finales
de los años 80 y el doping moderno consiste en las sustancias que se metían
antes y las qué se meten ahora.
Cronológicamente
hablando el dopaje moderno comienza con el record de la hora del italiano
Francesco Moser en México D.F. el año 84, cuando el médico Francesco Conconi
junto a su ayudante Michele Ferrari (el mismo que años después ganaría los 7
Tours con Armstrong) realizaron las transfusiones sanguíneas que le ayudaron a
lograr la marca. En aquella época las transfusiones no estaban consideradas
como dopaje. Solo se prohibieron tras conocerse las “vicisitudes e
interioridades” del record de Moser.
El
doping moderno (EPO, DynEPO, CERA, MirCERA, Actovegin y demás derivados, transfusiones
de sangre, hormonas varias para aumentar y recuperar
mejor la musculatura...) mejora mucho el rendimiento físico y muchísimo el
poder de recuperación natural de los atletas y deportistas (que no solo son
ciclistas). El dopaje moderno además iguala las capacidades físicas de los
competidores. Es sencillo. Si a un atleta genéticamente le falta capacidad
aeróbica o si su recuperación de los esfuerzos no es la deseada... ahí tiene la
EPO y las transfusiones. Si le falta fuerza y/o potencia muscular... tiene a su
entera disposición hormonas de crecimiento, testosterona, nandrolona, etc.
De
este doping moderno se deriva el ciclismo moderno que mató al ciclismo de toda
la vida, el ciclismo épico del siglo pasado.
Ahora es muchísimo más difícil que los ciclistas de la élite tengan altibajos y
días malos (a no ser que se olviden de comer, como le ocurrió a Chris Froome en
el Alpe d’Huez 2013). Pero el mayor problema no era el dopaje en sí, sino los niveles
demenciales a los que se disparó desde mediados de los 90 hasta la primera
década de este siglo.
- ¡Si te hubiera dado todo lo que
me pedias ahora estarías muerto, cabrón!- grito del masajista Willy Voet al
ciclista Richard Virenque durante el juicio por el Escándalo Festina.
Siempre
hubo y habrá atletas dispuestos a arriesgar su salud y “fumigarse con
mata-ratas” si es necesario (hace 100 años con estricnina, a finales de los 90
con perfluorocarburos, hace 10 años con plasma de ganado vacuno, ahora con GW1516 y Aicar, en el futuro cercano con dopaje genético) con tal de lograr un supuesto beneficio fisiológico que les permita,
a una minoría destacar y vencer, y a la mayoría simplemente subsistir
practicando su deporte favorito. Y siempre habrá personas sin ningún tipo de
escrúpulos dispuestas a suministrarlas e inocularlas.
Ni
en los 90, ni en la década pasada, ni en este mismo instante (a pesar de la implantación del pasaporte biológico
no creemos que hayan desaparecido las micro-dosis de EPO y las
mini-transfusiones; y si no estamos equivocados la hormona de crecimiento aún
es indetectable) no todos los ciclistas iban igual de “surtidos” en cuanto a
“ayudas” farmacológicas. En un hipotético ciclismo sin dopaje masivo lo más
probable es que Armstrong no hubiera ganado ni un solo Tour. Porque ya antes de
su enfermedad había demostrado que le faltaba la capacidad de recuperación
natural necesaria para vencer en una gran vuelta por etapas. Y con Induráin
estaríamos en el mismo caso, porque hasta el año 90 nunca aguantó con los
mejores dos días seguidos de alta montaña. ¿Quién hubiera ganado todos esos
Tours si hubiera existido un ciclismo limpio? Eso nunca lo sabremos.
- La UCI gastó
miles y millones de dólares durante varios años, para conseguir una máquina que
detectase la EPO. Michele Ferrari dio con la solución para esquivarla en 5
minutos.- Tyler Hamilton, gregario de lujo de Armstrong
en los Tours 1999, 2000 y 2001.
Con
este artículo no estamos justificando ni posicionándonos a favor del dopaje.
Nada más alejado de nuestra intención. Solo queremos poner en contexto la
realidad de las competencias deportivas donde se juegan cosas mucho más
importantes que el honor o la gloria. Hablamos por supuesto de la plata; el vil
metal que tan fácil corrompe cuando de grandes cantidades se trata.
No
queremos ver cyborgs productos de
laboratorio o mutantes farmacológicos
dando pedales con poderes casi-sobrenaturales. Ni en las carreteras de Colombia
ni en las grandes citas del calendario internacional. Queremos ver correr a seres humanos,
con sus días mejores y peores. Personas como nosotros a las que poder
admirar por su sacrificio y valentía.
Un saludo para Asier y Gustavo, aprovecho la oportunidad para felicitarlos por este excelente espacio, que le ha permitido a ciclistas y aficionados tener un mejor conocimiento sobre las rutas y montañas utilizadas en nuestro querido deporte del ciclismo.
ResponderEliminarRespecto a la mención que realizan sobre el articulo que publiqué en la ruta del escarabajo "La ley del silencio en el ciclismo colombiano debe terminar" quisiera manifestares lo siguiente: no se trata de un análisis ni mucho menos una historia de la utilización del doping, no soy un especialista en la materia, y el fundamento principal del artículo es la necesidad que las personas que puedan aportar evidencias de la utilización de estas substancias, hablen y las expongan, pues considero que mientras los individuos que manejan el trafico de estas substancias en el país no sean expuestos a la luz publica, será casi imposible combatir este flagelo.
En cuanto a la leyenda urbana de que la Epo surgió para contrarrestar a nuestros escarabajos, concuerdo con sus planteamientos, y admito que en mi escrito lo utilice como un recurso literario, pero que tiene algún fundamento, como es el hecho que la utilización practica en el ciclismo de la Eritropoyetina coincidió en el tiempo con la merma en el rendimiento de nuestros ciclistas en las montañas europeas, que los habían visto irrumpir con gran éxito pocos años antes.
Hola Alvaro. Estando totalmente de acuerdo con lo que expone en su articulo "La ley del silencio...", nosotros utilizamos la referencia del primer párrafo solo con la intención de hacerle la introducción a nuestro articulo. Nunca como una crítica a su artículo. Nuestras disculpas si así lo sintió. Tampoco somos expertos en dopaje. Aunque con los años algo vamos sabiendo, de lo que nos contaron ciclistas y ex-ciclistas profesionales que corrieron las carreras más importantes del calendario internacional décadas atras y personas involucradas actualmente dentro del mundo del ciclismo profesional colombiano. Cordiales saludos.
ResponderEliminarGustavo y Asier, excelente artículo!
ResponderEliminarCreo que la lista de sustancias relacionadas con el doping puede aumentar en los próximos años debido a: primero, nuevas investigaciones para establecer relaciones de causalidad entre sustancias y efectos en el organismo (caso reciente del estanozolol); segundo: lanzamiento de nuevas moléculas al mercado; tercero: descubrimiento de nuevos efectos de sustancias tanto para camuflar los metabolitos y otros para potenciar los efectos; en mi opinión es como luchar contra el narcotráfico y será cosa de nunca acabar, pues los equipos buscarán apoyarse en investigaciones y ensayos con deportistas para medir efectos sobre el organismos con multiples y nuevas moléculas (hormona de crecimiento, esteroides androgénos, insulinas, noradrenalinas, anti histaminicos, anti tiroideos, anfetaminas, analgésicos opioides, diureticos etc. ; la moraleja es que debe prevalecer la moral y la honestidad de cada deportista.
este es un gran articulo y nada mas cercano a la realidad
ResponderEliminarEn la actualidad (2015) es imposible detectar una transfusión si la hacen con sangre en botellas de vidrio pues no dejan huellas como los empaques pláticos. O sea que por ése lado podemos estar seguros que sigue habiendo doping.
ResponderEliminarA Armstrong le detectaron una autotransfusión en el 2009, no por las trazas del almacenamiento, sino por un análisis de glóbulos rojos del pasaporte biológico.
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