Por Asier Bilbao
El ciclismo de competición en ruta tiene muchos más
alicientes que ver a unos tipos encima de unas bicicletas dando pedales. Es mucho
más que el despliegue de las cualidades físicas de unos atletas. La técnica, la
estrategia o táctica, la fortaleza sicológica, la inteligencia y la valentía
deberían ser tan o más importantes que los vatios/kg desarrollados que tan de
moda están ahora. Por lo menos lo eran hasta hace pocos años. Facultades físicas, sicología, técnica, táctica,
inteligencia, valentía y suerte. Todos estos factores juntos son los que hacían
del ciclismo en ruta un deporte diferente y muchísimo más apasionante que otra
clase de carreras competitivas como pueden ser el atletismo o la natación.
Pantani en el Galibier, en la última etapa épica del Tour, hace ya 15 años |
Todo es cuestión de gustos
Todos tenemos nuestros gustos personales en
prácticamente todas las facetas de la vida. El ciclismo no es una excepción. La
gran verdad es que a la mayoría de la gente el ciclismo le aburre y no le para
bolas sino hasta que aparece un compatriota abriendo los noticieros. Pero aún
quedamos algunos locos a los que nos apasiona. A unos les gustan los
escaladores, a otros los clasicómanos, a otros los croners, a otros los
embaladores, a otros los de su país... A unos les llaman la atención las grandes
clásicas de un día, a otros las etapas que finalizan en alto, a otros las que
finalizan en muro de grandes rampas, a otros las de alta montaña con muchos
puertos, o las etapas nerviosas que esconden trampas y emboscadas, las de
viento lateral, las que tienen pavés o adoquinado, las que discurren por tramos
de carreteras destapadas o sterrato, los
descensos técnicos, etc.
Simoni en el colle di Sampeyre, Giro 2003 |
Hoy en día apenas quedan corredores que cumplan
algunos de estos requisitos en el lote internacional. Ahora al parecer solo
importa el tiempo de duración que puedan mantenerse moviendo los vatios máximos
prefijados anteriormente en las pruebas físicas y que les van marcando sus
potenciómetros. Y que obedecezcan sin rechistar las ordenes que les van indicando desde
los carros de sus equipos a través de los pinganillos o radio-transmisores,
cual robots dentro de un videojuego manejado por los directores deportivos.
Nos aburre este ciclismo. Los ciclistas actuales que ganan únicamente porque sus cualidades físicas son
las mejores, que solo destacan en las cronos o los finales en alto, que
desprecian todas las demás facetas y terrenos del ciclismo. Porque matan el espectáculo de lo que consideramos autentico ciclismo: el
de ataques desde lejos de meta, de estrategia y táctica, de corredores valientes e inteligentes que arriesgan para ganar, sin miedo a perder.
Ciclismo épico: el auténtico ciclismo
Van der Velde bajo una tormenta de nieve en el Passo di Gavia, Giro 88 |
Un ciclismo que desgraciadamente ahora solo vemos muy esporádicamente. Buen ejemplo
de ello son las crónicas periodísticas de la etapa del Galibier del Tour 2011, o de la etapa de Fuente Dé en la Vuelta a España 2012, donde se hablaba de
“ciclismo de antaño” y “ciclismo de otras épocas” para referirse a lo
acontecido en esas etapas.
Los
ataques de Quintana en el Ventoux y Alpe d’Huez, de Nibali en el Angliru, o
Urán en Montasio estuvieron muy bien. Pero no tienen nada que ver con la épica.
Antes se atacaba prácticamente todos los días, por
parte de muchísimos corredores. Unos días atacaban unos y al siguiente recibían
la réplica de otros, con ataques, defensa y contra-ataques constantes. Sin
miedos. La mayoría de las veces desde muchísimos kilómetros de distancia a
meta. No importaba si la etapa era plana y de 250 kilómetros, o si era de alta
montaña y quedaban 3, 4 o 5 puertazos hasta meta. Los vuelcos en la general
individual eran muy habituales. Lo que convertía el seguimiento de las carreras
en una bendita locura, día sí y día también.
Hasta
los años 90 estos momentos de emoción duraban horas y horas de carrera por fracción,
porque se atacaba lejísimos de meta en casi todas las etapas. Siempre podía
saltar la sorpresa, no importaba en que terrenos: plano, descensos, puertos
cortos o largos, etc. Unas veces salían bien, otras no. Pero esos ataques
tienen gran parte de la culpa de la leyenda y la mitología de este deporte. Los
avituallamientos por ejemplo eran zonas de alto riesgo; tenían tanto peligro
como el Tourmalet, el Gavia o La Línea. Algo impensable hoy en día.
Épica en el Giro 2010: Evans y Vinokourov luchando en el sterrato |
Ahora para poder ver ciclismo auténtico debemos acudir
internet y buscar en youtube o páginas especializadas de videos de ciclismo
esas etapas o clásicas legendarias. O esperar a las grandes clásicas del norte
de Europa de marzo y abril, el último reducto de lo que consideramos ciclismo y
ciclistas de verdad; donde todos los años se pueden presenciar luchas encarnizadas en pruebas donde solo se
vale cruzar de primero la meta y llegar segundo aún se vive como una derrota.
Ciclismo moderno o ciclismo-control:
un sucedáneo soporífero
Hoy
los ciclistas ya no son vistos como héroes por el gran público. El ciclismo que nos toca padecer hoy en día ya apenas engancha nuevos
aficionados. No atrae más audiencias que las de unos pocos incondicionales de
este deporte. La
culpa de ello es la falta de épica en las carreras.
Una
sola es la esencia y el mal del ciclismo moderno: el conformismo. Conformismo
buscado y solicitado por corredores y sobre todo directores deportivos. Buscan
que nada pase en las carreras solo por su propia comodidad. Para no tener que
pensar. Para no tener que arriesgar. Por eso piden a los organizadores que las
etapas sean cada vez más cortas: para que puedan ejercer más fácil el control
del lote. Y se quejan y protestan airadamente si ven que hay muchas
dificultades que les puedan complicar la vida. Este ciclismo-control,
solicitado por los directores deportivos y ciclistas, propiciado por los
organizadores de carreras, y aceptado por el gran público que no ha conocido
otro ciclismo diferente (o al que realmente no le interesa este deporte), es el
que está matando el espectáculo del ciclismo auténtico.
El Tour sufrió la tiranía del Us-Postal durante el reinado de Armstrong |
A
este “nuevo ciclismo” se le llama con toda la razón ciclismo-youtube, porque lo mejor de cada etapa entra en unos pocos
minutos de video. Ahora el disfrute se centra en los movimientos en los últimos
kilómetros de etapa (cuando los hay). No alcanzan en ningún momento la media
hora de lucha por fracción. Y los periodistas tienen la poca vergüenza de
engañarnos con sus palabras. Atacar a 2, 3 o 4 kilómetros de meta lo llaman “ciclismo épico”. Atacar
bajo la pancarta del último kilometro es “de ciclistas valientes”. Esto es un
insulto a la esencia de un deporte que siempre despertó admiración y reconocimiento.
Los ciclistas colombianos casi nunca han destacado por ser buenos
descendedores ni rodadores. Por esto a los aficionados colombianos les gusta el
ciclismo que se está imponiendo ahora en Europa de muchas llegadas en alto, con
grandes rampas donde los livianos “escarabajos” pueden destacar y ganar. Estas etapas con finales en puertos o muros de grandes porcentajes de desnivel
(bautizado acertadamente como Wall-bike,
un deporte diferente que viene a sustituir al ciclismo de toda la vida) seguro
son muy emocionantes. Pero “matan” el
resto de la etapa. No importa que recorrido previo se ponga. Porque todos los
corredores importantes y los equipos punteros adoptan como única táctica esperar a
los metros finales de esas rampas por miedo a gastar sus fuerzas antes. Toda la
estrategia de carrera, por parte de todos los equipos, se reduce a las únicas órdenes
de “controlar, guardar fuerzas, aguantar y esperar”. Y el que tenga fuerzas atacar solo al final para intentar sacar una
ventaja de unos pocos segundos. El resto se limita a esforzarse para no perder
tiempo.
Con este ciclismo-control ya no son necesarias ni las
tácticas de ataque ni la técnica ni la valentía ni la inteligencia ni la
búsqueda del factor sorpresa. Todos estos factores, importantísimos en el
ciclismo de antaño, y que lo hacían más entretenido y variado, son desechados
sistemáticamente por ciclistas y directores deportivos. Tal y como está
organizado el ciclismo moderno, ahora prima más conseguir un buen puesto que
arriesgar para conseguir las victorias. Los puntos UCI son básicos para la
subsistencia de los equipos y para la cotización de los corredores. Y esto lleva
inevitablemente al conservadurismo. Para atacar hay que arriesgar. Y ahora apenas quedan corredores cuyo miedo a perder sea menor que su deseo
de vencer. A
nadie le interesa exponerse al fracaso porque puede tener consecuencias negativas
ante la renovación de los contratos.
Sestriere 1992: "el Diablo" Chiappucci entra en la leyenda del ciclismo |
Definitivamente,
ante la falta de épica actual, en el ciclismo profesional en ruta cualquier
tiempo pasado fue mejor.
De acuerdo con ese conservadurismo de hoy dia... sin embargo, no es misterio ni secreto que en esas epocas de ese ciclismo de ataques lejanos, fue tambien movido por los dopantes a diestra y siniestra, vendas en los ojos y mordazas en la boca... no será hoy día que es cierto que hya un ciclismo mas limpio y es mucho mas complejo atacar desde tan lejos, cuando el nivel fisico es parejo y lo unico que marca la diferencia es el talento nato de Nairos, Froomes y compañía?
ResponderEliminarPuede ser la respuesta a esa necesidad de conservar energia en un entorno que ya no tiene backups de energia ilegales, no?
Diego, buen día. Aún cuando existía el uso de sustancias prohibidas antaño su finalidad era diferente a las sustancias que se utilizaban actualmente: El doping clásico (anfetas y demás) era simplemente para que el corredor no sintiera tanta fatiga, no mejoraba el rendimiento (lo más cercano que se usaba en la época eran los esteroides, pero cayeron en desuso rápidamente por la tendencia a generar lesiones graves). El doping de los 90 para acá igualó el campo de juego e hizo que el ciclismo se volviera un deporte resultadista
EliminarEste es un gran blog pero este aporte es romanticismo ahístorico destilado (o con ayudas de destilados). El tal "ciclismo total" es una colcha de retazos que nunca existió ni nunca abrigo a nadie fuera de en los relatos periodísticos y a los fanáticos que de ellos subsistían. Que siempre se centran en una que otra etapa pero que caen por su propio peso al examinar sus supuestos exponentes. Anquetil era el menos "valiente" de los todos los ganadores del Tour ("nunca cruzó primero un premio de montaña en sus cinco victorias de Tour"); Induraín su grán sucesor; Merckx, en su época, hacia del Tour aburrido (lo abucheaban y hasta lo golpearon), solo gustaba en las clásicas; Hinault como los anteriores ganó la mayoría de sus etapas en pruebas contrareloj que destilaban clase pero no "épica", y a los que hoy en día nadie le tiene paciencia. Los reyes de la épica eran Gaul, Pantani, Poulidor o pues Lucho, que nunca tuvieron el mismo éxito, pues el ciclismo por su naturaleza recompensa al prudente. Los cronomen casi siempre superaron a aquellos "valientes", que muchas veces solo estaban desesperados por no perder, achacados por el tiempo que perdieron en esas CRIs de 100 km; y que cuando tuvieron éxito aprovecharon, más que la ausencia de cualquier otra tecnología, la ausencia de cuidado que se tenia entonces en la nutrición (y en la que todavía a veces algunos ciclistas recaen).
ResponderEliminarEl periodo de los "superhombres" de fines de los 80s, los 00s y en particular los 90s que no se cansaban fue el único breve respiro de la monotonía del metrónomo (aunque recordando que Indurain gano cinco tours sin una sola etapa en linea, y fue la gran estrella del periodo), de la predominancia de la sagacidad, la madurez táctica y el trabajo en equipo sobre la "fortaleza sicológica". Fueron épocas que disfrute, sin lugar a dudas. Pero que asimismo no extraño, personalmente.
Este artículo se escribió desde el punto de vista de un espectador que no quiere aburrirse ni dormirse viendo ciclismo. Cosa que no me sucedía en décadas pasadas. Todo por la actitud tan distinta de los protagonistas en las pruebas ciclistas pasadas y actuales.
EliminarEl “ciclismo total” en las GV y en las vueltas menores por etapas, donde las batallas se podían desencadenar en cualquier lugar y momento, sí que existió. Lo pudimos vivir habitualmente hasta finales de los 80 y regularmente en los 90. Ahora son la excepción, como en la pasada Paris-Niza.
Hablas de Anquetil, Merckx, Hinault e Induráin. Estos cuatro campeones, como bien dices, destilaban mucha clase. Pero no renegaban de la épica y destilaban valentía cuando era necesaria para vencer.
Anquetil, aparte de ser el mejor croner de su época era muy inteligente y calculador. Y sin ser el mejor, era un muy buen escalador que no necesitaba gastar innecesarias energías en pasar de 1º por los puertos de montaña. Su única meta era ganar la clasificación general de las carreras que disputaba.
Merckx era odiado en Francia porque no era francés y porque arrasaba sin compasión en los Tours que ganó. Y tiene en su historial una de las tres mayores exhibiciones en alta montaña de toda la historia del Tour: Luchon-Mourencx 1969 (las otras dos son la etapa Bayona-Luchon de 1924 de Ottavio Bottecchia y la Bourg d’Oisans-Sestriere de 1952 de Fausto Coppi). Aparte tiene actuaciones épicas en las montañas del Giro, como su victoria en las Tres Cimas de Lavaredo en 1968.
Hinault también era un extraordinario contrarrelojista que tiene en su historial varias actuaciones épicas en montaña en Grandes Vueltas. Recuerdo la etapa del puerto de Orduña de la Vuelta 1978, la del Stelvio del Giro 1980, la de Serranillos de la Vuelta 1983, la de Avoriaz del Tour 1985 y sobre todo las etapas de Pau, Superbagneres y Alpe d’Huez en el Tour 1986. Por no hablar de la Lieja 1980 que ganó bajo una tormenta de nieve o el Mundial de ruta del mismo año en Sallanches.
Induráin era una máquina perfecta de dar pedales. Al igual que Anquetil, aparte de ser el mejor contrarrelojista, era muy inteligente. El ciclista con mejor visión de carrera que he visto nunca. Su meta no era ganar etapas. Solo buscaba ganar Tours y Giros. Y lo logró. Aparte tiene varias actuaciones épicas en altísima montaña en Giro (Corvara 1993, Aprica 1994) y Tour (Val Louron 1991, Sestriere 1992, Serre-Chevallier 1993) que se recordarán durante muchos años.