Por Asier Bilbao
Salvo
honrosas excepciones, la mayoría de los medios de comunicación están más
interesados en las noticias que venden ejemplares y aumentan los ratings que a la verdad y la causa real
de los hechos en sí misma. Esto no es nada nuevo. Ya a comienzos del siglo
pasado en Francia, décadas antes de que Joseph Pulitzer y William Randolph
Hearst (el famoso “Ciudadano Kane” de Orson Welles), creadores del periodismo
sensacionalista, cayeran en cuenta de esta “gran
verdad”, Geo Lefevre, un
redactor del periódico L’Auto (actualmente L’Equipe), ideó y le propuso a su
director, Henry Desgranges,
la celebración de una carrera ciclista que uniera las principales ciudades
francesas; con la única intención de generar noticias y expectación que
consiguieran aumentar las ventas de su periódico y superar al diario rival Le
Velo. A aquella carrera se la llamó Tour de Francia, se disputó por primera
vez el año 1903 y fue la primera prueba ciclista por etapas. Allí comenzó la
historia de las Grandes Vueltas.
Ottavio Bottecchia coronando el Tourmalet en el Tour 1924 |
También
llamadas vueltas de tres semanas, Grandes
Vueltas es la denominación que reciben las tres pruebas por etapas más
importantes del ciclismo en ruta. Mencionadas
por orden de aparición son: el Tour de Francia, el Giro de Italia y la Vuelta a España. Todas
incluyen en su trazado, en número variable, etapas llanas, de media y alta montaña
y contrarrelojes individuales.
Otra prueba frecuente es la contrarreloj por equipos.
Para
destacar en estas carreras, aparte de inteligencia, técnica, un gran equipo que
arrope a los distintos líderes y suerte, es imprescindible poseer un gran fondo
físico y capacidad de recuperación de los esfuerzos de cara a superar con éxito
las dificultades de las fracciones siguientes. Señal inequívoca de la dureza
extrema de las Grandes Vueltas es que a lo largo de la historia solo han sido cinco
los ciclistas que han logrado vencer en la clasificación general final de las
tres: Jacques Anquetil (5-2-1), Felice Gimondi (1-3-1), Eddy Merckx (5-5-1), Bernard Hinault (5-3-2) y Alberto Contador (2-1-2).
Tour de France: la Grande Boucle
El vencedor del Tour debe dominar las cronos individuales |
Tras
el estreno de la vuelta al país galo, esta fue creciendo en importancia y
expectación año tras año, hasta pasar a ser el tercer acontecimiento deportivo
más importante del mundo tras los Juegos Olímpicos y los Campeonatos Mundiales
de Futbol, que con diferencia al Tour se disputan cada 4 años.
Se
corre siempre en el mes de julio y es la prueba ciclista más importante y prestigiosa
de la temporada; la más esperada por la gran mayoría de los aficionados al
ciclismo porque casi siempre acuden a disputarla los mejores corredores del
firmamento ciclista. Tras la 1ª Guerra Mundial estrenó una de sus señas de
identidad: el maillot amarillo que distingue
al líder de la clasificación general. El resto de maillots fueron introducidos más tarde, con el maillot verde de la
regularidad y el blanco con puntos rojos de la montaña estrenándose en 1953 y
1975 respectivamente.
Otra
de las señas de identidad de la prueba han sido una serie de grandes puertos de paso que por su dureza (sin rampas
exageradas pero largos y con mucho desnivel) y habitual presencia en carrera
han sido claves en muchas ediciones, convirtiéndose en míticos. En ese sentido
destacan Aubisque, Tourmalet, Peyresourde, Mont Ventoux, La Bonette, Izoard, Galibier, Glandon, Croix de Fer, Madeleine, Iseran y Joux Plane, que junto a llegadas
en alto como el Puy de Dôme, Alpe d´Huez, La Plagne, Superbagneres o Luz
Ardiden son historia viva del ciclismo mundial.
Otra
característica habitual ha sido la gran cantidad de kilómetros
contra el reloj, con largas cronos individuales y por equipos.
Esto, unido a la dureza de la montaña, hacía que para alcanzar la victoria los
corredores tuvieran que ser muy completos, subiendo bien y a la vez siendo
grandes rodadores. O siendo muy superiores al resto de rivales en alguno de
estos aspectos. Sin embargo en los últimos años se ha producido un claro
descenso en el número y longitud de las cronos.
Durante mucho tiempo la estructura del recorrido fue similar año tras año, provocado por
las características orográficas del país galo. Hasta hace poco era habitual
empezar con un prólogo CRI, seguido por una primera semana de etapas llanas (hasta
los 80 con alguna jornada de pavé) e incluyendo una crono por equipos y otra individual,
para a continuación afrontar el primer bloque de alta montaña, alternándose en
cada año Alpes o Pirineos, seguido por varias etapas de enlace entre
cordilleras antes de encarar el segundo bloque montañoso, y las fracciones de
aproximación a París, con una CRI larga el anteúltimo día. Eran recorridos muy duros pero equilibrados, que daban
oportunidades a que destacaran corredores de diferentes características y donde
para acabar en los primeros puestos había que ser un ciclista muy completo,
capaz de brillar en todos los terrenos.
Sin
embargo en las últimas ediciones
se han producido algunos cambios respecto
a lo tradicional. El Tour está reduciendo la dureza y los kilómetros totales,
con menos etapas llanas en la primera semana y más media montaña, con la
reducción de kilómetros contra el crono y una menor exigencia en la alta
montaña; no habiendo ya auténticas etapas
reinas ni ninguna fracción realmente propicia para fondistas. Unos
recorridos en el que parece que los organizadores buscan que su prueba sea
imprevisible y difícil de controlar, incluyendo etapas tipo clásica, pero donde
se echa de menos la presencia de otra CRI y de una gran etapa de alta montaña.
El
record de victorias en la general lo comparten Jacques Anquetil, Eddy Merckx,
Bernard Hinault y Miguel Induráin, con 5 triunfos cada uno. Los pódiums
colombianos han sido dos: el tercer puesto de Fabio Parra en 1988 y el segundo
puesto de Nairo Quintana el año pasado.
Giro d’Italia: la Corsa Rosa
La alta montaña alpina y los tiffosi nunca faltan en el Giro |
Se
disputa en el mes de mayo y la primera edición data del lejano año de 1909.
Aunque hoy día cueste creerlo, hasta finales de los 70 el Giro tenía tanta grandeza
e importancia como el Tour de Francia. Así lo atestiguan los grandes campeones
que año tras año acudían a disputar la carrera transalpina con toda la
intención de sumar a sus palmareses una victoria de tanto prestigio.
Tratando
de revivir los míticos duelos entre Fausto Coppi y Gino Bartali que tanta
gloria habían dado al ciclismo italiano, el diario La Gazzetta dello Sport, organizador
del Giro, optó por programar unos recorridos muy suavizados a finales de
los años 70 con la intención de favorecer a sus dos corredores más mediáticos
del momento: Francesco Moser y Giuseppe Saronni. Con tal de ver a sus dos
grandes ídolos en lo más alto y vender más periódicos, el dualismo
Moser-Saronni provocó un cambio radical en el diseño de los recorridos del Giro a
partir de 1979. Se entró en el periodo más triste del Giro, que duró hasta
1986, último año en que Saronni y Moser alcanzaron un podio de la corsa rosa. Como los dos eran mediocres
escaladores se comenzaron a programar menos puertos de montaña; en bastantes
ocasiones muy alejados de meta o ascendidos por sus vertientes menos exigentes
o hasta en finales en alto recortados, con las metas a mitad de subida. Había
muchas cronos individuales planas para favorecer a Moser y generosas bonificaciones
en meta (30, 20 y 10 segundos a los tres primeros) que favorecían a un gran
embalador como Saronni. Esto hacía que estos dos corredores acumularan minutos en
la general con el mínimo esfuerzo. Y de esta manera lograron vencer en 3 ediciones
del Giro a principios de los 80.
Hasta
que con el ocaso de sus dos estrellas mediáticas se cambio esa tendencia que
no hacía más que acumular vergüenza y desprestigio para la carrera transalpina;
aumentando a partir de 1987 la dureza de la alta montaña año a año, hasta
convertirse hoy día en la principal seña de identidad del Giro. Así, junto a las etapas ratoneras por carreteras y
pueblos estrechos, volvieron a cobrar protagonismo e importancia en el
recorrido los míticos passos de largo
kilometraje y gran altitud: Stelvio, Gavia, Mortirolo, Marmolada, Pordoi, Giau,
Tres Cimas de Lavaredo, Monte Grappa, Monte Bondone, San Marco, Gran Sasso, y en
las últimas ediciones el Monte Zoncolán y Finestre.
El
Giro es hoy día la Gran Vuelta con los recorridos más exigentes y
espectaculares, descompensados claramente a favor de ciclistas escaladores,
llevándolos al extremo algunos años. Las dificultades se programan en
progresión, con casi toda la alta montaña concentrada en la última semana de la
prueba. Esto puede eventualmente llegar a atraer a más espectadores, pero hace
que se resienta la participación de otros grandes corredores
no-escaladores-puros que no encuentran terreno propicio donde desplegar sus
facultades. Y podría traer de nuevo el desprestigio para la segunda Gran Vuelta
en importancia.
El
record de victorias lo comparten el trío formado por los legendarios Alfredo
Binda, Fausto Coppi y Eddy Merckx, con 5 Giros ganados cada uno de ellos. La
única vez que un colombiano pisó el cajón más alto del pódium fue este año, con
la brillante victoria final de Nairo Quintana. Destacan también con luz propia los
dos subcampeonatos obtenidos por Rigoberto Urán en las dos últimas ediciones.
Vuelta a España: la ronda
ibérica
Las rampas extremas se volvieron habituales en La Vuelta |
Es
la más joven de las vueltas de tres semanas, pues la 1ª edición de la prueba se
corrió el año 1935. Tradicionalmente se disputaba entre la última semana de
abril y las dos primeras semanas de mayo; hasta que en 1995 fue cambiada en el
calendario ciclista y ubicada en septiembre para poder lograr unas participaciones
aceptables.
A
nivel de recorridos, la Vuelta a España ha sido históricamente la menos exigente de las Grandes
Vueltas. Algo lógico, debido a que hasta finales de los años 70
la red de carreteras españolas estaba en parecidas condiciones a la actual malla
vial colombiana y muchos grandes puertos no estaban aún pavimentados. Esta falta de
dureza, unida a una peor participación por parte de grandes ciclistas, hace que
sea considerada la menos prestigiosa de las tres vueltas largas por etapas. Aunque
hoy día no existen motivos objetivos por los cuales la Vuelta no pueda tener
recorridos igual de exigentes que el Tour o el Giro, y la participación supere en
cantidad y calidad a la del Giro, la ronda ibérica aun se encuentra por debajo
de la corsa transalpina en el corazón
de los aficionados debido a sus recorridos suavizados.
Podemos
afirmar que los recorridos actuales de la Vuelta son “visionarios del ciclismo
moderno”, muy desequilibrados a favor de
los escaladores explosivos. Las etapas son de kilometrajes reducidos, predecibles y fáciles
de controlar por los equipos. Destaca la escasez de fracciones cronometradas
individuales, siendo estas cada vez más cortas; problema compartido
con las otras dos Grandes Vueltas. La media montaña suele tener su protagonismo
algunas ediciones; pero en la alta montaña predomina el modelo de las llegadas en alto
en etapas “unipuerto” o con malos encadenados previos, diseñadas para que todo
se decida en los kilómetros finales, al acabar casi siempre en la subida más
dura del día. En los últimos años resulta exagerado el abuso de los finales en
alto o en repecho, la mayoría muy duros y con rampas
extremas. Algunos de los altos más conocidos e importantes a lo largo de la
historia de la Vuelta son Angliru, Lagos de Covadonga, Pajares, Orduña, Cerler,
Bonaigua, Rasos de Peguera, Navacerrada, Serranillos y Sierra Nevada. Últimamente la organización está incluyendo nuevos
puertos como La Bola del Mundo, Cuitu Negru, Ancares y La Camperona.
El
record de victorias lo comparten el suizo Tony Rominger y el español Roberto
Heras, con 3 ediciones cada uno. El triunfo más recordado de la historia del
ciclismo colombiano se dio en la Vuelta de 1987, con la victoria final de Lucho Herrera, imponiendose a leyendas como Fignon, Delgado y Kelly. En 1989 Fabio Parra tuvo
contra las cuerdas a Perico Delgado,
pero finalmente solo pudo ser segundo, acompañado en el tercer cajón del pódium
por Oscar Vargas. Pacho Rodríguez
también fue tercero en 1985.
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