Por Asier Bilbao
Las
carreras llamadas clásicas son pruebas de un día en el calendario World Tour. Algunas
de ellas son carreras con un encanto especial y de una gran importancia en la
historia del ciclismo mundial. Son las Grandes Clásicas. Estas carreras son el último reducto del
verdadero ciclismo añejo de toda la vida, donde aún se guarda y
se conserva la grandeza de esta deporte. El del ciclismo a la antigua usanza, de carreteras
angostas, reviradas y difíciles de controlar. Donde la planificación y la
previsión son imposibles, y donde aún existen márgenes para
salirse del guión y provocar situaciones de carrera diferentes e
inesperadas. Y los vatios desarrolados por los ciclistas no tienen relevancia sobre los resultados. Ataques y contraataques continuos, batallas tácticas,
inteligencia, astucia, sangre fría, sangre caliente, valentía, suerte y fondo
físico. Son en definitiva carreras que aún mantienen intacta la esencia del
ciclismo. La máxima expresión de la pasión por el deporte de competición más
bello del mundo.
Vanderaerden, Kelly y Bauer en el muro del Koppenberg |
La
mayoría de estas Grandes Clásicas tienen además como característica la
inclusión en sus recorridos de unos puntos clave que se pasan año tras año y
que, si no siempre suelen definir el vencedor final, si ayudan a que comiencen
a seleccionarse las pruebas; desarrollándose allí las batallas tácticas o los desafíos
cuerpo a cuerpo entre los llamados a disputar las victorias. Son lugares ya
legendarios en el imaginario de los apasionados de estas pruebas. Puntos
estratégicos donde a medida que las carreras se van acercando la excitación y
ansiedad de los aficionados se disparan casi al nivel de la adrenalina de los
corredores. Sitios sagrados, rodeados de un halo místico en la
religión del ciclismo como son las lomas de la Cipressa y el Poggio en
la Milán-San Remo, la subida adoquinada del Oude Kwaremont en la E3 Harelbeke, los muros empedrados del Kemmelberg en la Gante-Wevelgem y Koppenberg y Paterberg
en el Tour de Flandes, los tramos de pavé de la Trouée de Arenberg y el Carrefour de l'Arbre en la París-Roubaix, la colina del Cauberg en la Amstel Gold Race, la pared del Mur de Huy en la Flecha Valona, la Cote de La Redoute y la Roche-aux-Faucons
en Lieja-Bastoña-Lieja, la Madonna del
Ghisallo y el Muro di Sormano en
La Lombardía o la Avenue de Grammont
en la París-Tours. Tan importantes en la historia del ciclismo como lo pueden
ser los puertos del Tourmalet, Galibier, Stelvio, Marmolada o Lagos de
Covadonga.
En
estas carreras no se reparten ni premios de la montaña, ni por equipos, ni de
los jóvenes; ni importan los tiempos en meta. Por este motivo son tan disputadas. Pues solo vale buscar la
victoria final. Añadido, en algunas de estas pruebas el reglamento impide hacer uso de
los radio-transmisores o pinganillos por parte de los equipos, lo que ayuda a
que las carreras sean aún más descontroladas, nerviosas e imprevisibles. Razón por la cual nunca se está
seguro de cuál puede ser la escapada buena o el ataque definitivo.
Los 5 Monumentos del Ciclismo
La
"moda" de los Monumentos comenzó cuando se implanto la Copa del Mundo de Ciclismo en 1989, con la intención de diferenciar a las pruebas más
antiguas del resto de carreras de un día que la componían. Hasta entonces apenas se hablaba de los Monumentos del Ciclismo. Existían 9 Grandes Clásicas.
Las más prestigiosas y deseadas del calendario, que puntuaban para la
premiación anual del Súper Prestigio: una
especie de campeonato del mundo oficioso por puntos que coronaba al ciclista más completo, al mejor de la temporada. No hay más que ver el brillo del listado de ganadores
para comprobarlo. Estas Grandes Clásicas eran: Milano-Sanremo, Ronde Van
Vlaanderen, Gent-Wevelgem, Paris-Roubaix, Fleche Wallone, Liege-Bastogne-Liege,
Amstel Gold Race, Paris-Tours y Giro di Lombardía.
Con
la Copa del Mundo varias de estas clásicas fueron “sacrificadas” y obligadas
por la UCI a cambiar de fechas o a realizar recortes en sus recorridos, por lo
que fueron perdiendo su importancia en aras de la internacionalización del
ciclismo. A partir de entonces comenzó a hablarse de los Monumentos: Las 5 pruebas
de mayor antigüedad de la tristemente desaparecida Copa del Mundo. Las carreras de un día más deseadas, que con el
paso de los años fueron aumentando aún más su bien merecido prestigio como carreras
diferentes y con identidad propia, rodeándolas de un aura casi mística en el
imaginario de los aficionados al ciclismo.
Debemos señalar que el Campeonato del Mundo de Fondo en Ruta es la carrera de un día más importante de la temporada. Pero se disputa por escuadras nacionales, en países distintos cada año y dando vueltas a un circuito. Por estos motivos no está considerado como una clásica.
Debemos señalar que el Campeonato del Mundo de Fondo en Ruta es la carrera de un día más importante de la temporada. Pero se disputa por escuadras nacionales, en países distintos cada año y dando vueltas a un circuito. Por estos motivos no está considerado como una clásica.
Clasicómanos de leyenda
Tres leyendas en la Roubaix 1977: De Vlaeminck, Maertens y Moser |
Históricamente
los corredores flamencos, de la región del norte de Bélgica donde se habla
neerlandés, han sido los grandes dominadores de las grandes clásicas europeas. No
en vano los únicos corredores que han logrado vencer en los 5 Monumentos son flandriens: Rik Van Looy, Eddy Merckx y
Roger De Vlaeminck. Pero no todos son belgas. Grandes clasicómanos fueron también
Alfredo Binda, Fausto Coppi, Germain
Derijcke, Louison Bobet, Rik Van Steenbergen, Fred De Bruyne, Freddy
Maertens, Hennie Kuiper, Jan Raas, Francesco Moser, Sean Kelly, Bernard Hinault
y Moreno Argentin entre otros menos destacados. En décadas recientes tenemos a
Johan Museew, Michele Bartoli, Paolo Bettini y Oscar Freire como los ciclistas con mayor
número de clásicas en su palmarés. En la actualidad podemos disfrutar de los
últimos años de esplendor de dos grandes clasicómanos como son Tom Boonen y Fabián
Cancellara. Las ediciones de este año del Tour de Flandes y París-Roubaix se
presentan apasionantes ante las batallas cuerpo a cuerpo que nos pueden regalar
estas dos leyendas vivas de ese ciclismo denominado “de las piedras”. Otro gran clasicómano como Philippe Gilbert lamentablemente parece haberse estancado tras sus grandes triunfos entre 2008 y 2012.
Las
siguientes son las Grandes Clásicas históricas del calendario ciclista, en orden
cronológico a como se disputan durante la temporada. Ganar
cualquiera de estas carreras es el sueño de muchos ciclistas, pues
supone entrar en el libro de oro de la historia del ciclismo.
Milán-San
Remo, la Classicissima
El técnico descenso del Poggio, momento clave de la Sanremo |
El
primer Monumento de la temporada es la clásica más larga, superando los 290
kilómetros; siendo esta característica la mayor dificultad a la que se enfrenta
el lote. Se trata de la 2ª prueba más importante de Italia tras el Giro, por lo
que es muy disputada y deseada por los
corredores transalpinos. Las subidas de que consta son el Passo del Turchino, los
capos Mele, Cervo y Berta, Cipressa y el Poggio de Sanremo (este año no se
suben las cotas de Le Manie ni la programada Pompeiana). Estas cotas no tienen
en la actualidad la suficiente dureza como para romper el pelotón, por lo que en los
últimos años es común que se disputen la victoria entre un selecto lote de
corredores veloces y potentes que, tras 7
horas de pedaleo entre la capital de Lombardía
y el mar de Liguria en busca de la gloria ciclística, deben olvidar el dolor de sus piernas en el agónico sprint final.
La
primera edición se disputó el año 1907. Eddy Merckx posee el record de ediciones ganadas, con 7
victorias.
Gante-Wevelgem, en los dominios
de Eolo
Es
una de las carreras más importantes del norte de Bélgica, que se disputa en
varias fases cercano al mar. Los principales obstáculos de la prueba son los
muros del pavimentado y duro Kemmelberg, Monteberg, Baneberg y el también
adoquinado Kasselberg, y el recorrido plano pero abierto y expuesto a fuertes vientos
laterales, formándose habitualmente los famosos abanicos que fraccionan aún más el pelotón en varios grupos. A pesar de
estas dificultades no siempre se consigue romper totalmente la disciplina del lote
y seleccionar del todo el gran grupo. Por esto se considera una clásica apta
para embaladores
de grupos más o menos selectos.
La
primera edición se disputó en 1934. El record de 3 victorias lo comparten los
belgas Robert Van Eenaeme, Rik Van Looy, Eddy Merckx y Tom Boonen con el
embalador italiano Mario Cipollini.
Tour de Flandes, la fiesta del
ciclismo
Fanáticos flandriens en el mítico Muro de La Capilla |
El
2º Monumento de la temporada es la carrera más importante del año para los flandrien. Es la gran fiesta ciclista de la región de Flandes, la zona norte de Bélgica.
El único lugar del mundo donde el ciclismo es religión, el deporte rey por
encima del futbol. Y sus campeones son tratados como héroes y hasta
protagonizan los comerciales de TV.
De Ronde es
una de las carreras más espectaculares del año, con una sucesión de tramos de
pavé intercalados entre cortos muros con rampas de 2 dígitos. Muchas de estas cotas
o bergs son adoquinadas, lo que aumenta
la dificultad a la hora de subirlas. Siempre es una carrera que supera los 250
kilómetros, apta para corredores potentes que les permitan superar a base de explosividad
las tradicionales cotas que salpican el recorrido. Las más conocidas y
difíciles son Taaienberg, Eikenberg, Molenberg, Kruisberg, el temido Koppenberg,
Oude Kwaremont y Paterberg. Lamentablemente el mítico Kapelmuur o Muro de La
Capilla se suprimió en las últimas ediciones.
La
primera edición tuvo lugar en 1913. El record de victorias lo comparten los
belgas Achille Buyse, Eric Leman, Johan Museew y Tom Boonen con el italiano
Fiorenzo Magni, conocido como “el león de Flandes”, con 3 ediciones cada uno.
París-Roubaix, el Infierno del
norte
Boonen impone su paso en el Bosque de Arenberg |
Su
extrema dureza la hace única. Es el último reducto de un ciclismo salvaje y en vías
de extinción. “La lucha por la supervivencia” adaptada a nuestro deporte
favorito. Solo apto para tipos duros física y sicológicamente, que aguanten el
continuo castigo al que es sometido su organismo en los largos y continuos
tramos de pavé. Hay otras carreras que pasan por tramos adoquinados. Pero
ninguno está en tan precario estado como el pavé del Infierno del norte. Este
detalle, unido a que son siempre alrededor de 50 kilómetros los transitados por
esta superficie en los casi 260 kilómetros totales de que suele constar la
París-Roubaix; y que al ser en plano las velocidades que se alcanzan son mayores, con lo que el traqueteo de la bici y el castigo a los cuerpos es mucho mayor, hacen que esta sea la carrera ciclista de un día más dura, exigente y espectacular de todo el año.
Los
alrededor de 30 tramos de pavé se encuentran repartidos en los últimos 150
kilómetros de carrera. Tienen una longitud variable, los más largos superan los
3 kilómetros de longitud. Según la dificultad, la distancia y el estado en que
se encuentran las piedras de los diferentes tramos la organización califica
estos pasajes como los altos de montaña, pero en Estrellas en vez de Categorías.
Los de 1 Estrella son los tramos más sencillos y los de 5 Estrellas los más duros
y complicados. Los más exigentes y conocidos son el terrorífico Bosque de Arenberg, Mons-en-Pévéle y el Carrefour de l'Arbre (el cruce del árbol),
únicos de 5 Estrellas. A estas dificultades se añaden la estrechez de los
tramos pavimentados y adoquinados, los barreales cuando llueve o el polvo
cuando el clima es seco y el público enfervorizado, que todos los años causan numerosas
caídas y tapones en la vía que los participantes deben sortear como buenamente puedan.
Otras
características de la París-Roubaix son que, salvo algunas ediciones en los
años 80, siempre finaliza en el velódromo de Roubaix,
al que se le da vuelta y media para superar la línea de meta. Y el trofeo al
vencedor es muy diferente a las habituales copas: un pesado adoquín, alzado con
orgullo por los campeones.
Este
Monumento es una de las carreras más antiguas que aún sobreviven en el
calendario internacional. Se disputó por vez primera en 1896 con el nombre de La
Pascale, por disputarse siempre el domingo de Pascua de la Semana Santa. Roger
De Vlaeminck, también conocido como “el gitano” y “Monsieur París-Roubaix”, comparte el
record de victorias con su compatriota Tom Boonen, los dos con 4 ediciones
ganadas.
Amstel Gold Race, la carrera de
la cerveza
Es
una carrera que se disputa en Holanda, en la región de Limburgo, desde 1966. Patrocinada por la
empresa cervecera que da nombre a la prueba, es la primera de las clásicas del denominado tríptico de Las Ardenas,
junto con la Flecha Valona y la Lieja-Bastoña-Lieja. Su recorrido quebrado de unos 250 kilómetros consta de un gran
número de cortas pero empinadas cotas, como son el Gulperberg, Kruisberg,
Eyserbosweg, Keutenberg y Cauberg, encadenadas una detrás de otra. El ciclista
que más veces logró imponerse en esta clásica es el holandés Jan Raas, con 5
victorias.
Flecha Valona, el paraíso de
los sprint en cuesta
Esta
fue una clásica de gran prestigio, como lo demuestra el palmarés de vencedores.
Perdió mucha parte de su importancia a raíz de la implantación de la Copa del Mundo de Ciclismo el año 1989,
donde no fue incluida. Siendo obligada por la UCI a cambiar sus fechas y
reducir su recorrido a los 200 kilómetros, cuando anteriormente rondaba siempre
los 240 kilómetros.
Al
igual que la Amstel Gold Race y la Lieja-Bastoña-Lieja, el recorrido por las
Ardenas belgas está salpicado de cortas cotas de diferente dificultad, siendo
el Muro de Huy
el más famoso y duro de todos, con rampas de hasta el 26% de desnivel. Este
muro se pasa 3 veces, y en la última de ellas se sitúa la línea de meta. En los
últimos años se ha convertido en la más previsible de las Grandes Clásicas,
porque al estar situada en el calendario entre dos carreras tan largas e
importantes como Amstel y Lieja, los corredores reservan sus fuerzas para estas
otras pruebas, y dejan la resolución para el kilómetro final. Lo que hace de la
Flecha Valona una carrera apta para up-hill
finishers o embaladores cuesta arriba. El año pasado tuvimos a dos colombianos disputando la victoria. Esperemos
que no se demore en el tiempo que alguno de nuestros escarabajos logre alcanzar
el puesto más alto del pódium.
La
primera edición se disputó el año 1936. Los ciclistas que más veces se
impusieron en la meta de Huy son los italianos Moreno Argentin y Davide
Rebellin, con 3 victorias cada uno.
Lieja-Bastoña-Lieja, la Decana de las clásicas
Lieja 1998: primer duelo Bartoli - Vandenbroucke en La Redoute |
El
4º Monumento de esta lista es la clásica más antigua del calendario tras la
Milán-Turín. La primera edición trata de 1892, por eso es conocida como La
Doyenne (la decana).
La
carrera siempre tiene alrededor de 260 kilómetros, en un recorrido que como su
propio nombre indica, sale de Liege hacia el sur, hasta llegar a Bastogne y
regresar hasta la ciudad de comienzo. Pero en su recorrido de vuelta hacia el
norte recorre los montes y bosques de Las Ardenas belgas, atravesando varias colinas de diferente dificultad que constituyen la
principal y tradicional característica de la dureza de esta prueba. Este año se
suben las cotas de La Roche-en-Ardenne, Saint-Roch, Wanne, Stockeu,
Haute-Levée, La Vequée, La Redoute, Sprimmont, Forges, Roche-aux-Faucons (la
roca de los halcones), Saint-Nicolas y el repecho de Ans donde se sitúa la
meta. En ediciones anteriores también fueron incluidas cotas como Rosier,
Maquisard, Mont-Theux o Sant-Tilman.
No
podía ser otro que Eddy Merckx quien tuviera el record de victorias en la
Lieja, con 5 ediciones ganadas. Pero la edición más mítica, épica y dantesca es
la del año 1980, donde un imperial Bernard Hinault destrozó la carrera desde
muy lejos a meta bajo una tormenta de nieve, llegando a meta congelado pero con
9 minutos de ventaja sobre el segundo clasificado.
París-Tours, para pasistas y
embaladores
La
única gran clásica que falta en el impresionante palmarés de Eddy Merckx se
disputa en el mes de octubre. Su recorrido de unos 250 kilómetros es eminentemente
llano, muy adecuado para rodadores y embaladores. Los últimos kilómetros siempre son
muy nerviosos. Las dos cortas cotas de la parte final siempre dan lugar a escaramuzas de hombres potentes que cortan el
lote. Pero la mayoría de las veces el pelotón logra reorganizarse y consigue
alcanzar a los escapados poco antes de la meta situada en la bella Avenida de
Grammont, con el consiguiente embalaje que casi siempre suele resultar
espectacular.
Su
primera edición fue en 1896. Con 3 triunfos cada uno, comparten el pódium de
victorias los belgas Gustave Danneels y Guido Reybrouck, el francés Paul Maye, y
el alemán Erik Zabel.
Giro de Lombardía, la Clásica
de las hojas muertas
La Lombardía sube todos los años a la Madonna del Ghisallo |
Es
el 5º y último Monumento del año. Se disputa en el otoño europeo,
a finales de la temporada ciclista, en el norte de Italia, en la región que da
nombre a la prueba. Actualmente se denomina oficialmente Il Lombardía. Podríamos decir que se trata una clásica de montaña
que ronda los 250 kilómetros y en los que se ascienden varios altos de diferente
dureza que podrían catalogarse de 1ª, 2ª y 3ª Categoría. La ascensión más famosa es el
Colle de La Madonna del Ghisallo, en cuya cima hay una
capilla donde se venera a la Patrona de los Ciclistas. Pero la subida más dura
es el Muro de Sormano, con
rampas brutales de hasta el 27%. Así y todo su mayor dificultad no radica en
superar estos puertos, sino en que los corredores llegan cansados a disputarla después
de una larga temporada.
Su
primera edición data del año 1905. El record de la Lombardía lo tiene el legendario
ciclista italiano Fausto Coppi, con 5 victorias.
Hay más clásicas para disfrutar
Pero
no son estas las únicas clásicas importantes. Hay otras muchas pruebas de un
día a lo largo del año. Las de mayor prestigio actualmente podrían ser la
Omloop Het Nieuwsblad (antes conocida como Het Volk), Strade Bianche (carreteras blancas –destapadas- en italiano), E3 Harelbeke,
Clásica de San Sebastián, Milán-Turín y Giro del Piamonte (ganado por Urán en
2012). Pero también están la Flecha Brabançona, la Vattenfall Cyclassics, el
Giro de Emilia (con triunfos de Betancur en 2011 y Quintana en 2012), el Gran
Premio de Plouay... Es una lástima que desaparecieran del calendario pruebas
como el Gran Premio de Zúrich y la mítica y diferente Burdeos-París, con sus
600 kilómetros y las derny (motos de
pequeña cilindrada) tras las que se resguardaban los valientes que se atrevían
a disputarla.
Conocerlas es amarlas
Ahora
que disfrutamos de la generación de corredores más completos de nuestra
historia ciclista, que disputan varias de estas Grandes Clásicas con muchas posibilidades
de vencer en ellas, sería deseable que en Colombia se crearan carreras de un
día de este tipo, de kilometrajes superiores a los 200 kilómetros, cada una con
unas características propias y con dificultades a superar por los ciclistas fácilmente
identificables por los aficionados (como lo son el pavé, los muros o las
carreteras destapadas). Y qué bonito sería que con el paso del tiempo se
convirtieran en tradicionales. Es decir: en Clásicas carreras de un día.
Este
domingo en Italia con la Milán-San Remo, y hasta la Lieja-Bastoña-Lieja el 27
de abril, comienza el mes de las Clásicas de Primavera. Preparémonos para
disfrutar de la pasión ciclista en toda su intensidad.
En Colombia cuando veremos clasicas asi.Pero el de Flandes me parecio la locura,no me imagino correr en Adoquines.
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